Perquè no un blog?

I perquè no un blog?

Redacto fulls i més fulls cada dia a la meva feina, però cap d’aquests escrits expressa les meves càvil·les, els meus somnis, anhels o vivències.

En cap d’ells deixo empremta del meu pas per la vida, ni reflecteixen com o qui sóc.

Així doncs m’he preguntat, perquè no escric un blog?

Ha de ser el meu racó de la calma, el refugi de la meva ment, el calaix dels mals endressos per les meves idees.

Ho enceto sense cap intenció d’arribar a ningú, només per tal d’apaivagar un neguit personal i començar el que pot ésser un diari de reculls, la bitàcora del meu passeig per la vida.

2/5/20

¿Por qué arrepentirme?

En el vaivén de mi existencia he tomado buenas y malas decisiones, pero hoy mi conciencia me ha hecho mirar sólo las menos acertadas.

Pepito Grillo me ha preguntado si me arrepentía de los errores cometidos.

Lo cierto es que la respuesta a esa pregunta la tenía clara instantáneamente, pero he necesitado de unos minutos de reflexión para saber cómo justificarla.

Desde que dejé de gatear hasta hoy he ido enlazando errores. Una cadena de malas decisiones con algunos aciertos intercalados como eslabones disonantes.

Cuantitativamente son mucho más relevantes las malas de decisiones que los aciertos, pero cualitativamente, a la vista del resultado, creo que las buenas han tenido más peso y hacen que el balance quede en positivo (por lo menos en el momento en el que me encuentro, ya se verá en el futuro).

He errado con mis padres y hermanos, he fallado a mi esposa, a mis hijas y también a mis amigos. He tomado malas decisiones en lo familiar y en lo laboral que me han ido arrastrando aquí y allá, enterrándome en el barro, en ocasiones hasta las orejas.

¿Me arrepiento de los errores?.

Soy uno de esos individuos que los test psicológicos etiquetan de poco emocionales, de racionales. De los que toman sus decisiones usando la parte izquierda del cerebro.

Sin mirar la etiqueta que me cuelgan, puedo afirmar dos cosas:

La primera es que todas las decisiones de mi vida las he tomado tras meditarlas detenidamente. También las que el tiempo ha demostrado que erré estrepitosamente.

Cuando las tomé pensaba ciertamente que eran la mejor opción, la más adecuada y racional, aunque después la vida se encargó de demostrar que estaba más que equivocado.

La segunda es que tras el fracaso de la decisión y una vez analizado el desastre, aprendí de lo que salió mal y eso me ha hecho crecer, mejorar y me ha ayudado a no cometer errores similares, convirtiéndome, por tanto, en una versión mejorada de mí, respecto a la que tomó la mala decisión, es decir, que del fallo saqué algo bueno. Como en el ajedrez, en el que sólo se aprende perdiendo.

De mis buenas decisiones nada aprendí, sólo las celebré.

Así pues, soy el resultado de la suma de mis fracasos, de la acumulación de mis malas decisiones.

Mi mala cabeza y mis errores me han convertido en el individuo que hoy escribe estas líneas, un tipo optimista y feliz. Siendo así, dime Grillo, ¿por qué arrepentirme?.